jueves, 25 de agosto de 2011

UMBRAL

JOSÉ WOLDENBERG

Hace cuatro años murió Francisco Umbral -28 de agosto de 2007-. Escritor prolífico, barroco, provocador, maledicente, heterodoxo, tenía una vena lúdica, que lo convirtió en una voz singular, única (dirán las víctimas de sus petardos que por fortuna). Autor de novelas, crónicas, ensayos, estampas de situaciones y personajes, columnas de periódicos, sus fuegos artificiales otorgaban una cierta luminosidad al lado sombrío de la vida, pero sus dardos no dejaron de incomodar a más de uno. Su gracia lo salvaba, su altanería le generó enemigos a diestra y siniestra.
Umbral fue sobre todo un estilo: arrogante, impertinente, juguetón, entregado a los giros del lenguaje, a la explotación intensiva del idioma. Cronista de la estela cultural de la "Santa Transición" española (como él mismo la denominaba), no se cansó de pintar, con sarcasmo y distancia crítica, la vida, obra y milagros de sus contemporáneos. Tuvo y sostuvo relaciones con políticos, escritores, cineastas, actores, jetseters, nobles, pintores, y toda la fauna colorida y diversa que se puso en marcha en el "tardofranquismo", la transición y lo que le siguió, y da la impresión que los frecuentaba porque eran un material perfecto para sus crónicas, los insumos necesarios para su cotorreo, su iconoclastia.
Ejemplos. Entrevistó a quien fuera alcalde de Madrid con Franco, "el conde de Mayalde", sólo para escribir años después: era "menudo y afable, minutísimo y sonriente, era un fascista que no lo parecía... la mujer de Mayalde, era como John Wayne con bragas... Se encontró un Madrid de polvo y mierda y, tras largos años de regiduría, nos dejó un Madrid de mierda y polvo...". Escribía por el gusto de joder al prójimo. No lo invento: "una de las fuentes prodigiosas de mi prosa inagotable es el rencor".
También hacía homenajes. A su manera. Aquí a la cantante Ana Belén. "Nace de nombre Pilar, hija de una portera... Jamás me ha amado. Yo jamás he dejado de amarla. Una vez me dio la alegría de infarto de llamarme para almorzar juntos y solos en El Espejo. Dejé el artículo a la mitad, me puse guapo y tomé un taxi con rubor de novio maduro. Pero mientras el coche corría... vi todo Madrid empapelado de pósters de Víctor Manuel, que cantaba por lo visto al día siguiente... Comprendí que no se debe jugar con los sentimientos de un caballero. Es legítimo ignorarlos, pero no utilizarlos...". "Hace poco me decía en un cóctel: -Para dentro de cuatro años voy a hacer... -Dentro de cuatro años eres ya como Amparo Rivelles, Ana". Juguetea con amigos y enemigos, con novias reales y ficticias, con escritores y vagos, y se construye a sí mismo como un personaje: "Yo era un revolucionario light", "cronista irónico", "intemporal, o sea eterno", "escritor hosco y brillante, insolente y un poco rojo", un dandy sin vergüenza -"no me he movido para nada de Cardin, Dior y Saint-Laurent"-, urbano y vanidoso -"jamás he metido un pie en el mar, y de la fotografía sólo me interesa que me saquen favorecido, o sea que me quiten años"- elitista y "estilista", "voy de look baironiano y pantalón vaquero", pagado de sí mismo -escribe de Lázaro Carreter: "sobre mí ha escrito cosas muy hermosas, aunque menos de las que debiera"-. Es al mismo tiempo un fanfarrón y un clown, alguien que se aburre si no escribe, o que sabe que el tedio del día a día, su grisura, adquiere otra tensión emocional y otros colores si se subrayan las tintas con humor y ácido.
Políticamente incorrecto hace ostentación de conductas que no se sabe si fueron reales o auténticas ficciones, sólo para escandalizar. "Tola es... un gamberro lúcido, intelectual y surrealista... Una tarde de domingo, llena de toda la siniestrez dominical, nos fuimos a su apartamento con dos choricillas del Gijón y, como no se dejaban, Tola les pegó, las insultó, las echó de casa, y yo le ayudé en todo". Un grupo de feministas escribe en las paredes de su departamento "Umbral violador"; dice él porque se atrevió a entrevistar a un auténtico violador para el que pedía "un tratamiento clínico". De todas formas, no baja su belicosidad impostada. Califica a aquella incursión nocturna para pintar los muros de su casa como "la noche de San Bartolomé en bragas", "un aquelarre de brujas de Macbeth".
Y su galería se hincha y expande. "Marisa Borbón, elegante y sobria, con unos ojos donde crece la tristeza y una alegría Moët & Chandon que se apaga pronto"; Pat Kennedy, "la más inteligente de los Kennedy, ya ven ustedes que tiene algo de travesti que, siendo tan mujer, se disfrazase de mujer"; Sisita Milans del Bosch, "tiene el genio de la frase, la deliciosa incultura de la aristocracia militar, el spleen de vivir, las deudas que la prestigian y las mejores piernas de Madrid". Emilio Romero, "siempre ha sido el primer columnista en defensa del que manda". Y es que él sabe que "las élites siempre son las más adecuadas para decir cosas demagógicas". Y por supuesto que ejerce esa prerrogativa. Con estilo y "whiskies envenenados" (Crónica de esa guapa gente. Planeta. 1991).

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