lunes, 22 de agosto de 2011

EL PENÉLOPE

DENISE DRESSER

Marcelo Ebrard es el Penélope del PRD. Allí está, como la protagonista de la canción de Joan Manuel Serrat, con su portafolio de piel marrón y sus zapatos sin tacón y su traje de domingo. Sentado en un banco en el andén, esperando, esperando. Esperando que Andrés Manuel Obrador lo deje ser candidato presidencial. Esperando que AMLO defina las condiciones de la contienda interna con una encuesta abierta a la población y no sólo a los simpatizantes del PRD. Esperando que el PAN acepte una alianza que él querría encabezar. Pobre infeliz, cantaría Serrat, con su reloj infantil parado desde el momento en el que no quiso o no pudo enfrentar a López Obrador en torno a la posibilidad de una coalición PAN-PRD en el Estado de México. En ese momento se marchitó en su huerto hasta la última flor. En ese momento se fue su oportunidad.
Ebrard insiste en que no es así. Que no abandonará su intención de contender por la candidatura presidencial. Que no se baja del tren. Que debe haber una encuesta y dos debates entre él y López Obrador. Que debe haber un solo candidato de izquierda. El problema es que no hay un sauce en la calle Mayor para el Penélope del PRD. La división dentro de la izquierda lo sabotea; la falta de una base propia de apoyo lo debilita; la ambición presidencial de AMLO lo obliga a quedarse sentado en la estación. Ya Alberto Anaya, líder del PT, resumió lo que la facción lopezobradorista de la izquierda piensa sobre del destino de Ebrard: tendrá que esperar hasta el 2018.
Y a Ebrard no le ayudan los números, la popularidad avasalladora de AMLO dentro de las filas del perredismo o el haber adquirido en tiempos recientes una novia guapa para poder competir en los mismos términos que Enrique Peña Nieto. Dentro de los simpatizantes del PRD, 66 por ciento votaría por el tabasqueño y sólo 27 por ciento apoyaría al chilango. No le ayuda que el lanzamiento de su nuevo movimiento -Demócratas de Izquierda- haya sido opacado por la publicación de su relación con la ex embajadora hondureña por la revista Quién. El caminante de Macuspana paró el reloj de Marcelo Ebrard hace ya muchas tardes de primavera. AMLO presume tener coordinadores de Morena -su Movimiento de Regeneración Nacional- en 32 entidades del país, así como uno por cada 300 distritos electorales. Presume su músculo electoral dentro de la capital.
Mientras tanto, Ebrard menea el abanico y espera infructuosamente una oportunidad que no va a llegar jamás. Quizás lo sabe y su intención es seguir moviéndose para que AMLO se vea obligado a tomarlo en cuenta. Para que se vea presionado a promoverlo y darle una posición en el Senado. Para que acepte que un compañero del andén de Ebrard -ya sea Mario Delgado o Miguel Ángel Mancera- se quede al frente del Gobierno del Distrito Federal. Para que en la capital prevalezca la continuidad de Ebrard vs. el encumbramiento de la mancuerna de Dolores Padierna y René Bejarano. Ésas son la únicas opciones viables para Marcelo Ebrard en este momento. Ésas son las pocas flores que prevalecen en el huerto del Penélope del PRD.
Y es una lástima porque Marcelo Ebrard tiene razón en promover una izquierda incluyente y pacífica en vez de una izquierda excluyente y rijosa. Tiene razón -como lo ha señalado Agustín Basave- en priorizar la lógica electoral por encima de la lógica insurreccional. Para reconquistar los espacios que ha perdido en los últimos seis años, la izquierda debe apostarle al realismo por encima del heroísmo, a las urnas llenas por encima de las plazas repletas, a los esperanzados por encima de los enojados, a los ciudadanos clasemedieros que quieren construir el país por encima de quienes buscan polarizarlo. Ebrard tiene el perfil para hacerlo; tiene la experiencia para lograrlo; tiene la visión para sacar a la izquierda de la radicalización autodestructiva y empujarla hacia la moderación indispensable.
Pero eso jamás ocurrirá mientras AMLO siga definiendo el horario del tren y las paradas que hace. Mientras Andrés Manuel López Obrador mantenga los ojos llenitos de ayer. Mientras mantenga al Penélope del perredismo paralizado en la banca, esperando, esperando. Mientras siga controlando la estación y lo que ocurre en ella. Y de poco habrá servido que Ebrard haya contribuido a la modernización de la izquierda en el Distrito Federal al fomentar las libertades individuales, al apoyar los derechos de las mujeres y los homosexuales, al impulsar la tolerancia en lugar de aceptar la exclusión. Poco habrá importado que Ebrard haya logrado apelar a los ciudadanos y a las organizaciones civiles que jamás votarían por el PRI, están desilusionados con el PAN y ejercerían el "voto útil" para mantener al Revolucionario Institucional fuera de Los Pinos.
La mejor opción que tiene la centro-izquierda mexicana se verá obligado a quedarse con su bolso de piel marrón y sus zapatos sin tacón, sentado en la estación. Y los electores moderados, jóvenes, clasemedieros, independientes e indecisos no tendrán más remedio que decirle a Andrés Manuel López Obrador: "Tú no eres quien yo espero".

No hay comentarios: